martes

181. Creando oportunidades para escribir: creatividad, expansión y escritura

TAREA: propón aquí tu posible desarrollo del "avance" literario repartido en el aula.

Otra alternativa que aúna la escritura con el sentido personal y creativo -y mediando la técnica de la expansión narrativa-, es continuar aportanto unas breves líneas a determinados relatos hiperbreves. uno o varios de estos relatos hiperbreves. Aunque están concebidos como relatos "cerrados" por sus respectivos autores, quizá son susceptibles de ser ampliados...

La técnica de la expansión narrativa permite "crecer" un texto desde la creatividad individual (soluciones libres, verosímiles o no, el juego  a "cambiarlo todo", el "que pasaría sí "de G. Rodari, el nonsense...) o bien desde la imitación persiguiendo la suplantación (coherencia y continuidad discursiva "esperada"). Tomado de POR FAVOR, SEA BREVE: ANTOLOGIA DE RELATOS HIPERBREVES, de Clara Obligado.


 



32 comentarios:

Tziouras dijo...


Primera parte (1/2)

Final alternativo del cuento “La asimilación de Dickens”, de Robertson Davies

Durante el resto del curso académico visité varias veces la tumba que improvisé para Weatherwax. El césped había crecido más que en ningún otro lugar, a pesar de que allí no estaba su cuerpo. ¿También era culpa de Dickens? Es una pregunta estúpida, al menos eso me hubiese pensado al comienzo del curso de 1969. Después de lo que ocurrió leo El Secreto, una lectura que jamás pensé recomendar y que ahora sé que cura el estreñimiento matutino. No la soporto, pero qué leer después del sufrimiento del pobre Weatherwax.

A principios del curso siguiente recibí en mi despacho a la nueva generación de jóvenes doctorandos. Yo había terminado de leer El Secreto y sentía que el parón estival no me había servido para nada útil. Antes de comenzar la tutoría grupal retiré de mi librería todos los ejemplares de Charles Dickens, magistralmente vestidos de cuero de color marrón oscuro, como las tiras de los cuerpos momificados que aparecen en las revistas de ciencias. Veía a Weatherwax en cada tomo, que brillaban con el resplandor del sol mañanero. Jamás superaría ese abominable suceso si no me deshacía de Charles Dickens. Estaba decidido a disuadir a los nuevos estudiantes para que no cayeran en su terrible seducción.

—Si alguno está pensando en estudiar la obra de Dickens les aseguro que no es buena idea, hay demasiadas tesis sobre su inmortal aportación a la literatura —empecé la tutoría de frente, con las reglas claras desde un principio.

Los aspirantes a doctores no replicaron, agitaron la cabeza después de mirarse los unos a los otros y empezaron a cantar sus intereses.

—La novela Devastación, de Tom Kristensen, es una obra estupenda para estudiar el tedio y hastío de nuestras sociedades.

—¿Un hombre que se autodestruye? —me aterraba la idea de que ese chico acabara como Ole Jastrau— ¿Eso es lo que quieres para tu vida, chico?

—¿Es mala idea, profesor?

—Es una idea terrible, tremenda ¡Terrorífica! —no estaba dispuesto a sufrir a un Ole Jastrau— Piensa en otros autores.

Tziouras dijo...

Segunda parte (2/2)

Final alternativo del cuento “La asimilación de Dickens”, de Robertson Davies

La siguiente estudiante me sacó un escalofrío que, sin dominar mucho las matemáticas, supe al instante que la suma de las dos obras propuestas hasta el momento no podía llevar a buen lugar. Las marcas de sudor comenzaron a hacerse visibles en mi camisa, planchada con esmero, además, con la esperanza de que sería un gran comienzo de curso.

—El mundo, profesor, eso es lo que yo quiero para mi trabajo. ¡El mundo en un libro! Diario de viaje de un filósofo, de Hermann Keyserling, es una obra magnífica para el estudio de la metafísica aplicada al género ensayístico.

—¿Metafísica? Eso no te llevará a nada bueno, chica—mi condescendencia brotaba por todos lados, pero no quería ver a esa muchacha hundida en las agonías de los planteamientos metafísicos. No bajo mi supervisión.

Pero si los dos primeros me provocaron unas ganas contenidas de romper a llorar, el tercero me acercó a la frontera con la enajenación mental.

—Profesor, sé que mis compañeros han elegido obras con un profundo trasfondo filosófico y usted les ha dicho que no, pero yo debo proponerle la obra sobre la que llevo todo el verano reflexionando: El árbol de la ciencia, de Pío Baroja. Sus referencias a Schopenhauer me parecen magistrales y un gran ejemplo de lucidez —el alumno juntó las palmas de las manos y arrugó la frente para suplicar, con la elegancia de un señorito de alta alcurnia, que le supervisara su autodestrucción. Weatherwax dio la vida por ellos, no cavaré más tumbas vacías.

—¡No! —grité, con un incontenido tono de amargura, que bien podría servir de ejemplo del pesimismo filosófico de Schopenhauer— No dejaré que un alumno mío caiga en la autodestrucción con la excusa de estudiar las grandes obras literarias.

Tomé un descanso en la ventana del despacho. Di la espalda a esos muchachos, atrevidos y arrogantes, pecadores de ignorancia. Pobre Weatherwax, si lo hubiese sabido antes estaría vivo.

—¡Tú! —señalé con el dedo a la última aspirante a doctora que había en la sala. ¿Qué tipo de aberración propones para tu vida?

—Alejandro Dumas, profesor, la épica de la venganza en El conde de Montecristo. Una obra para relamerse, chuparse los dedos y soñar con un mundo más justo —a la alumna le brillaban los ojos, traslucía la misma pasión de quienes poseen el don de la inteligencia.

Por fin respiré. ¿Qué podría salir mal con un Edmundo Dantes en mi despacho? Ella arrancaría sus cadenas y haría justicia a Weatherwax como una grandiosa estratega. Una muchacha soñadora a quien unos kilómetros de mar revuelto no la alejará de la grandeza.

—Perdone, señorita, ¿cuál es su nombre?

Cristina Jerez dijo...


Primera parte (1/2)

Ampliación de El día de la madre de Renée Knight:

Esa mañana se despertó antes de lo habitual. Tenía un mal presentimiento. Quería aferrarse a las cortinas, aún cerradas. Pensaba que mientras estuvieran así no podría descubrir el cielo encapotado. Se acercó a la ventana y las abrió con sigilo. Pensó que quizás, si el cielo no la veía, permanecería azul y brillante. Se equivocaba. Al asomarse por fin a través de los cristales las nubes cubrían más allá del horizonte. Sintió una profunda decepción. De súbito, algo llamó su atención. Todo su cuerpo temblaba sin control. Por el largo camino de gravilla que llevaba hasta el hotel divisó el coche de su padre. Recordó a su madre con la piel amarillenta, demasiado maquillaje y los mechones de su cabellera rubia y lánguida. Pensó que hoy su madre no se vería así. Estaría resplandeciente, su piel volvería a tener un sano tono rosado y su melena volvería a recobrar su fuerza. Tocaron a la puerta y apareció Tracey con su uniforme.

¡Buenos días, Laura! – la saludó animada - ¿Vamos a desayunar? Hoy es un gran día, viene tu padre.

Laura permaneció muda como de costumbre. Su madre no había venido a saludarla esta mañana. ¿Seguiría en el bar, paciente, esperando por su padre? Cogió de la mano a Tracey y la siguió hasta el comedor. Algunos niños jugaban con el puré de manzanas. Metían sus pequeñas manitas en él y luego se las pasaban por la cara y los brazos. Su desayuno no incluía compota. Su plato se componía de huevos revueltos y beicon crujiente, acompañado de una manzana entera y un vaso de leche. Quiso protestar, pero llevaba lo suficiente en el hotel como para saber que no surtiría efecto.

Cuando Ruth apareció en el comedor aún no había terminado de desayunar. Su madre caminaba a paso rápido a su lado. Llevaba un precioso vestido de flores violeta entallado a la cintura. A Laura le encantaba ese vestido. Lo había elegido ella como regalo para su madre el mismo año que se hospedaron por primera vez en el hotel. Ese día su padre había anunciado en casa que tendrían un día especial, padre e hija. Luego, en el coche de camino al centro comercial, le confesó que tenían una misión secreta: comprar un regalo por el día de la madre. Laura se había enamorado al instante del vestido. Era de seda, muy suave y lleno de flores. Nunca olvidaría la cara de ilusión de su madre al abrirlo. Al año siguiente le había hecho una tarjeta de felicitación violeta a juego con el vestido. Se preguntó dónde la habría metido, quería dársela esa mañana.

Cristina Jerez dijo...

Segunda parte (2/2)

Ampliación de El día de la madre de Renée Knight:

Ruth le pidió que le acompañara con esa voz de fingida amabilidad que la caracterizaba. Sospechaba que Ruth la odiaba. Su madre se limitaba a mantener una media sonrisa. En la mano llevaba una cesta de picnic. La llevaron a una sala blanca con grandes ventanales. Había varios sillones mullidos. Algunos niños se sentaban en el regazo de sus padres, mientras les acariciaban la cabeza. Sintió una profunda punzada de envidia. Su padre, con las piernas cruzadas miraba por la ventana, más allá del horizonte. No la miró.

- ¿Cómo estás Laura? – le preguntó fríamente- ¿Te encuentras mejor?

Laura no quería recordar. Tenía que correr escaleras abajo, hacia el hotel, hacia su madre. Su madre caminaba de espaldas, se alejaba de la sala y Ruth se interponía. Su mente empezó a ir muy rápido. ¿Cómo podía escapar? ¿Cómo podría librarse de Ruth y la profunda tristeza de su padre? ¿Cómo huir de esa pregunta inquisidora tan fría y con tanto dolor?
Mientras su madre caminaba hacia la puerta, se desvanecía. Su pelo se desmoronaba, caía al suelo en grandes mechones. Su piel, cada vez más amarilla, se hacía jirones. Quería correr, pero sus piernas no se lo permitían.

- Hija, contéstame – oía la voz de su padre muy lejos – Necesito que estés mejor, necesito que me lo expliques – sonaba amenazante.
- Hemos hablado de esto muchas veces, no puede dirigirse así a Laura – le reprochaba Ruth – la terapia no funcionará si usted no pone de su parte.


Le aterraba su padre. Ese dolor tan hondo que había provocado en él. Una herida tan profunda como un cañón. Su padre se había desangrado por ella, se había secado y su mirada: esos ojos gélidos de un intenso color azul. Jamás volverían a mirarla, estaba segura, hasta ese momento. Su padre giró su cabeza y se dirigió directamente a ella. Hacía más de 10 años que eso no ocurría. Había envejecido mucho. Imploraba una respuesta. En lo más hondo de esa mirada no sintió el odio que esperaba. Había desesperación, pero también amor. Miró hacia la salida del salón, su madre había desaparecido por completo. A su alrededor, los niños habían crecido. Ella misma también. La puerta hacia el hotel se había cerrado con un portazo ensordecedor. En el patio una bandada de cuervos, sobresaltados, había volado lejos de allí. Por primera vez, en un largo tiempo quiso hablar. Se esforzó:

- Lo siento – dijo en un susurro apenas audible
- Laura – respondió su padre, también susurrando – nunca podré perdonarte, hija mía.

Laura se desmayó.

A la mañana siguiente esperó pacientemente a Tracey. Estaba convencida de que esa mañana por fin podría ir de picnic con su madre. No pensaba levantarse hasta que saliera el sol.

Norberto Ojeda dijo...

Verse y amarse locamente fue una sola cosa. Ella tenía los colmillos largos y afilados. Él tenía la piel blanda y suave, estaban hechos el uno para el otro. Ella tenía hambre de su miembro. Él ya dejaba de tenerlo blando. Ella lo miraba con la misma suavidad con la que lo tocaba. Él miraba al húmedo techo con los ojos entreabiertos mientras notaba como ella humedecía su rodilla con un lento balanceo. Ella sabía que lo tenía a su merced. Él no sabía si tocar sus pechos o dejarse morder acostado en aquella estrecha cama. Él y ella, nadie más.

Adri dijo...

Salió por la puerta y de mi vida. Guillermo Cabrera Infante.

Abrió la ventana y se fugó del domingo, pero dejó caer un poco de su brillo lejano. Trepó la chimenea y terminó la semana, dejando un poco de mi melancolía atravesada entre el negruzco hollín y las ascuas que aún sobrevivían.
Sin embargo, de repente, había entrado una bella mujer radiante de larga melena bermeja que volvió a traer esperanza a la madrugada. Con la ventana abierta se pudo sentir el cálido abrazo que me daba, mientras que las ascuas se volvieron flamas y borró la tristeza que me quedaba.
Amaba a aquella fría cabellera negra, pero se ha ido y ahora empieza una nueva semana.

Kilian Torres dijo...

La Luz que no puedes ver de Anthony Doerr.


Cuando el ensordecedor sonido cesó, Marie volvió a llamarlo, esta vez con la voz rota y asustada:

- ¿Papá?
- Lo siento Marie, a penas le quedan unos minutos de aliento - respondió una voz que se parecía a la del enfermero que vivía en el tercero.

Marie cogió la piedra y salió de casa sin pensarlo. Llevaba meses estudiando la maqueta con las laberínticas calles de la ciudad, preparándose inconscientemente para este momento. Para despedirse de él. Sus dedos iban tocando las paredes de piedra de cada casa por la que pasaba. La textura era asombrosamente igual a la de las pequeñas casas de la maqueta. Conocía a la perfección el camino hacia el hospital, por lo que intuyó que llegaría en unos tres minutos. Justo cuando iba a cruzar la última calle para bordear el Hotel de las Abejas y llegar finalmente a la gran avenida que conducía al hospital escuchó una voz que gritó casi dentro de su oído:

- ¡Cuidado!

Sintió un fuerte empujón que la levanto por el aire haciendo que rodara unos metros acera abajo. Inmediatamente después sonó un estruendo y sintió como temblaba el suelo cerca de sus pies. Intentó agudizar su sentido más desarrollado, el oído, pero ya no podía escuchar nada más que un fuerte zumbido penetrante. El golpe fue tremendo, pero las palabras del enfermero volvieron a retumbar en su cabeza y sacó fuerzas de donde no las tenía. Cuando consiguió incorporarse comenzó a toquetear desesperadamente el suelo en busca de su piedra, pero lo que sus dedos palparon la dejó perpleja e inmóvil…

Victor Manuel Geijo Hernández dijo...

Ampliación de Incógnita de Carmen Peire:

Una persona es lo que cree ser, lo que los demás opinan que es y lo que realmente es. Desde esta perspectiva, no se puede averiguar quién cometió el asesinato.

Y este hecho está desesperando a los vecinos del pueblo. Todos se conocen, todos saben la vida del resto y nadie entiendo que es lo que pudo pasar la noche del sábado en la calle Eustaquio. No se recuerda nada parecido en Villa Nublo, una zona rural donde la armonía siempre ha brillado por su presencia. Ahora la incertidumbre se está apoderando del entorno y esto no es bueno para la convivencia de sus habitantes. La desolación, el enfado y el miedo se han instaurado en sus calles. Hay un asesino anónimo suelto y una víctima identificada fallecida, un caso de asesinato abierto y un pueblo aterrado. Todos creen saber quiénes son, pero la verdad es que nadie sabe quiénes son realmente.

Victoria Rodríguez dijo...


Continuación de "Detrás de los ojos" de Graciela Fainstein.

Los hombres que nos habían obligado a bajar al sótano nos metieron con un empujón en el coche y apuntándonos con una pistola me dijeron que lo pusiera en marcha. Yo era la que iba conduciendo bajo el cielo cerrado de Buenos Aires, mientras que Dani iba sentado en el asiento de atrás entre otros dos hombres. Se asentó un silencio sepulcral dentro del vehículo. Solo se escuchaba las indicaciones que el copiloto me iba dando de vez en cuando.

Después de una hora aparcamos frente a una cabaña a las afueras de la ciudad. Me obligaron a salir del coche, Dani se quedó con ellos dentro. El copiloto abrió la puerta de la cabaña y esperó a que entrara. Vi como Dani se colocaba frente al volante. Sus ojos se encontraron con los míos y supimos que aquella sería la última vez que nos veríamos. Cuando entré en la cabaña no pude reprimir las lágrimas al escuchar el chirrido del motor alejándose.

Ancor dijo...

Continuación de Salió por la puerta y de mi vida:
Al principio, no supe cómo reaccionar. Sin embargo, después de más de media hora sin moverme del sofá, sin poder encontrar ninguna razón por la que querer seguir viviendo, sentí un estallido en el patio interior que me hizo salir de repente de mi estado casi catatónico. Me asomé para comprobar qué había ocurrido, y para mi sorpresa, el hijo de los vecinos del quinto estaba rodeado de un gran charco de sangre, aparentemente sin vida. En ese momento, mientras contemplaba una de las mayores desgracias que se pueden observar en nuestra sociedad actual, comprendí lo efímera que es la vida y cómo te puede cambiar por completo de un momento a otro; y es por esto que debemos disfrutarla mientras nos deje.

Lorelay dijo...

Continuación de "Ágrafa musulmana en papiro de oxyrrinco", de Juan José Arreola:

Estabas a tas de tierra y no te vi. Tuve que cavar hasta el fondo de mí para encontrarte. Y ahí estabas, acurrucado en el ángulo oscuro de un rincón, como diría el romántico, intentando pasar desapercibido ante mí. Pero esta vez no miraré hacia otro lado, no callaré mi anhelo de dialogar contigo, de disfrutarte, de llevarte conmigo al lugar más lejano de este mundo. No hay idea más disparatada que pensar en que podrías quedarte aquí, encerrado, el resto de mi vida, negándote el derecho a vivir la tuya como si fuera mía. No hay justicia ni verdad para tu ausencia. Para ignorar tu perfecta armonía inmutable y todo lo que te negaba a darme. Y aquí estás, siempre estuviste en mí, en mi carácter inestable. Siendo amor y coraje y valor y la calma. Siendo yo con otro nombre, cada vez más mío. Inseparables.

Victoria Rodríguez dijo...

Continuación de "Detrás de los ojos" de Graciela Fainstein.

Los hombres que nos habían obligado a bajar al sótano nos metieron con un empujón en el coche y apuntándonos con una pistola me dijeron que lo pusiera en marcha. Yo era la que iba conduciendo bajo el cielo cerrado de Buenos Aires, mientras que Dani iba sentado en el asiento de atrás entre otros dos hombres. Se asentó un silencio sepulcral dentro del vehículo. Solo se escuchaban las indicaciones que el copiloto me iba dando de vez en cuando.

Después de una hora aparcamos frente a una cabaña a las afueras de la ciudad. Me obligaron a salir del coche, Dani se quedó con ellos dentro. El copiloto abrió la puerta de la cabaña y esperó a que entrara. Vi como Dani se colocaba frente al volante. Sus ojos se encontraron con los míos y supimos que aquella sería la última vez que nos veríamos. Cuando entré en la cabaña no pude reprimir las lágrimas al escuchar el chirrido del motor alejándose.

Berta Maté Gómez dijo...

TÉCNICA DE LA EXPANSIÓN NARRATIVA A PARTIR DE LOS MICRORRELATOS CLARA OBLIGADO
INCÓGNITA
Una persona es lo que cree ser, lo que los demás opinan que es y lo que realmente es. Desde esta perspectiva, no se pudo averiguar quién cometió el asesinato. --> Y es que, aunque solo uno de los invitados tenía las manos manchadas de sangre, todos llevaban parte de esa sangre en el subconsciente.

SALIÓ POR LA PUERTA Y DE MI VIDA
Salió por la puerta y de mi vida, llevándose con ella mi amor y su larga cabellera negra. --> Pensé que donde una puerta se cierra, otra se abre, o algo parecido había leído yo en una vieja novela de caballerías. Así, su ausencia me sumió en una profunda oscuridad, que solo me recordaba más y más al color de su pelo.

A PRIMERA VISTA
Verse y amarse locamente fue una sola cosa. Ella tenía los colmillos largos y afilados. Él tenía la piel blanda y suave: estaban hechos el uno para el otro. --> Fuego y hielo. Día y noche. Como los extremos se atraen, estaban destinados a encontrarse. O eso creían ellos. Los extremos se atraen, pero, al combinarse, también se destruyen.

ÁGRAFA MUSULMANA EN PAPIRO DE OXYRRINCO
Estabas a ras de tierra y no te vi. Tuve que cavar hasta el fondo de mí para encontrarte. --> Más tarde, tuve que escarbar la tierra con los dientes y minar la tierra hasta encontrarte. Y, aunque finalmente te encontré, fue demasiado tarde. Ya te habías marchado. No podía hacer nada para traerte de nuevo a mis brazos, ni a los de nadie.

Superiván dijo...

Final alternativo a "La oscuridad que conoces", de Amy Engel (novela negra):

Trece años hacía que no nevaba de la forma que nevó aquel mes abril; mes en el que mi hija Junie fue asesinada junto con su amiga Izzy, la cual a mí no me gustaba nada ni su familia, de siempre.

La fatal noticia me llegó cuando me encontraba trabajando en un tugurio, reventada detrás de una barra. Mi hermano Cal, que era policía, fue quien vino a comunicármelo. Recuerdo que fingí volverme loca. Fingí desesperación. Es duro ordenar que maten a tu propia hija y eso fue lo que hice.

Yo no podía aguantar a la familia de esa niña de ninguna de las maneras. La única solución era la de acabar con sus vidas. Confieso que le encargué el trabajo a mi propio hermano. A él no le importó. Los dos habíamos tenido una infancia difícil y estábamos acostumbrados a ver situaciones horripilantes.

Fingí. Fingimos muy bien mi hermano y yo. Fuimos los únicos cómplices de aquel infierno en la nieve.

Hoy, diez años después, dejo estas líneas por escrito y mis condolencias a la familia. Para que así conste.

Luis Miguel dijo...

KADINGIR (cont.)

"Tu abuela está en mi poder. Si quieres recuperarla con vida, renuncia a tu derecho al trono. Firmado: Usumgal"
La niña se quedó tan aterrada que no se dio cuenta que había dejado de respirar, hasta que el Gran Consejero Nakki le habló, sacándola de su estupor:
"No os preocupéis, Alteza. Usumgal no se atreverá a tocar ni un pelo a la Serenísima Nirgal. El la necesita viva más que nadie, o no podrá acceder a los secretos que solo ella conoce".
La niña apenas reaccionó. En su interior crecía el impulso de llorar, salir corriendo y gritar, pero aquel ser aviforme que decía llamarse Ullah la tomo por los hombros y le dijo, hablándole muy despacio y mirándo a lo más profundo de sus ojos:
"Alteza, sé cómo os sentís. Mi estirpe ha sufrido más que ninguna otra por culpa de la crueldad de Usumgal.Si os venís abajo ya habrá conseguido salirse con la suya. ¡Sed fuerte, mi joven reina!Con nuestra ayuda, podréis rescatar sana y salva a vuestra abuela".
Quizás fue el timbre y la cadencia de aquella voz, tan sorprendente, como de un pájaro que pudiera hablar, lo que consiguió serenar un poco a la niña. Otro de aquellos seres extraños, que a ella le recordaba a un delfín, intervino en seguida:
"Reina Ishtar, el Anzud tiene razón. Vuestra Majestad tiene que volver de inmediato a nuestra dimensión y reclamar el trono de Ki".
¿Reina Ishtar?, pensó ella. ¡Pero si yo me llamo María! ¡No entiendo nada! ¡Qué disparate es este! Le invadió una sensación de vértigo tan poderosa que sintió que iba a desmayarse. Justo entonces el otro ser que tenía un aspecto más o menos humano, y que hasta entonces se había mantenido ocupado con una extraña máquina que portaba entre las manos, dijo en un tono muy imperioso:
"La Puerta de los Dioses está a punto de cerrarse. ¡Tenemos que irnos YA!"
María sintió entonces un potente zumbido que venía como de su propio interior, al tiempo que un fulgor cegador borró los contornos de todo lo que estaba a su alrededor. De repente, tuvo la impresión de que se estaba moviendo a gran velocidad, hasta que un ruido ensordecedor, como de miles de millones de truenos, dio fin a aquella aterradora experiencia. Poco a poco, la luz deslumbrante fue modulándose, hasta que fue capaz de ver algo.
Lo que vió, le confirmó que debía haber estado moviéndose a gran velocidad. Pero no debía tratarse tan solo de un viaje en el espacio, porque lo que estaba viendo, sin duda, no era de este mundo.

Raúl dijo...

Ampliación de Salió por la puerta y de mi vida de Guillermo Cabrera Infante.

Eran las 8 de la mañana y solo quedaba de ella el aroma a café que impregnaba la casa. No pude levantarme de la cama, me era imposible hacerlo. Nos pasamos toda la madrugada hablando sobre nuestra relación, nuestras metas, nuestros sueños…

Marta cogió el vuelo a México esta mañana, y yo no fui capaz de ir con ella, no sé por qué. Creo que la idea de despedirme de ella es una realidad que no quiero afrontar. No podía irme con ella, lo tengo todo aquí: familia, amigos, trabajo… No sé si me sentiría capaz de abandonarlo todo por ella.

De nuevo, pensé en su larga cabellera negra, su piel morena, nuestras noches juntas… y partí. Cogí lo imprescindible para que el peso de la maleta no superara los kilos estimados, cerré toda la casa, pillé un taxi y le dije con prisa al conductor - Al aeropuerto, por favor-.

Sofia Ciarletta dijo...

Continuación de “Dónde está mi cabeza?” De Benito Pérez Galdós
-Caballero, qué corte de pelo le apetece hoy?- Desafortunadamente la joven no pudo ver mi expresión de asombro ya que mi cuerpo faltaba de la cabeza; y más desafortunadamente no podía calcular una sucesión de eventos que llevase a mi salida de la peluquería con mi cabeza en la mano sin provocar un escándalo. Y es que soy Benito Pérez Galdós y todo el mundo me conoce. La ciudad me saluda por las calles cuando recorro sus viales.
La única solución que mi cerebro transparente pudo proponer fue hacer cómo si nada y esperar un momento a que la joven fuese a la trastienda para robar la cabeza e irme corriendo como si hubiese robado el banco de España. Y es que esa cabeza era la mía. Mientras intentaba sacarle conversación a la joven de la cabellera rubia como el trigo y de ojos más azules que el mismísimo océano, fracasando terriblemente en el intento e imaginándome ya saliendo del negocio y volviendo en la noche, cuando todo estuviese cerrado para romper la vitrina y recuperar lo que era mío, me hace el favor el Santísimo y entra por la puerta principal la señora Marquesa. Me sorprendió verla entrar por aquellos lugares, pues era una barbería de hombre, por lo tanto me quedé callado para ver su reacción. A lo mejor en un arrebato de celosía, me la había robado ella dos noches anteriores.
- Hola Marcella, pudiste conseguir esa cabellera tan hermosa que te encargué para mi esposo el señor Marqués de Buloaga?-
-Buenos día su señoría, estaba justo tratando con el mercader que viene a traerme los productos de la India, nada que no sea lo mejor de lo mejor para el señor Marqués-
La Marquesa en ningún momento había reconocido mi cuerpo sin cabeza, y me pregunto si en alguna ocasión, en uno de nuestros innumerables encuentros clandestinos se haya fijado en mí tanto como yo me había fijado en cada detalle de su cuerpo. Probablemente esto era la prueba de que no, ya que en cuanto la joven entró por la puerta del almacén, la Marquesa cogió la cabeza -mi cabeza-, me miró con cara de indiferencia y salió por la puerta.
No sabía cómo mi precioso coco hubiese desaparecido de mi tronco, tampoco cómo era posible que la Marquesa lo hubiese robado de ese escaparate, pero de algo estaba seguro: tenía que recuperar mi precioso cráneo, quién sería yo, si no, sin mi intelecto y mi inteligencia?

Noelia Marco Alemañ dijo...

Continuación de "Salió por la puerta y de mi vida"

No entendía nada, yo la quería. Mi mundo se oscurecía por segundos. Decidí meterme en la cama y dar mi día por finalizado. ¿Qué más podía pasarme hoy?
-Ring...sonó el teléfono en medio de la soledad de mi apartamento. No se cómo pero saqué fuerzas, me incorporé de la cama y respondí.
- ¡¡Me caso!! Era Maca, mi mejor amiga.
Ante tanta excitación y emoción por su parte...yo solo podía pensar ¿Dónde está la cámara oculta? ¿alguien me dice dónde está el botón de "reset"? Sin duda, hoy no era mi día.

Raquel Nieto dijo...

Para aplicar la técnica de la expansión narrativa voy a desarrollar el avance narrativo de la obra Tan humana esperanza de Alessandro Mari. Se trata de una novela épica, ambientada en la Italia no unificada de la primera mitad del siglo XIX, conformada a partir de la historias de cuatro jóvenes que persiguen un mundo mejor.
En esta entrada, propongo una continuación para cada uno de los relatos, que están protagonizados por el campesino Colombino, la fugitiva Leda, el pintor Lisander y el revolucionario José Garibaldi.

Un buen día ―cansado de tener que ir a visitar a Vittorina a escondidas y de soportar las miradas inquisidoras de la sciura Emilia―, Colombino se decidió a actuar. Se armó de valor y le confesó a Don Sante su profundo amor por la chica. Y aunque el cura en un principio se mostró un tanto escéptico, al final le ofreció la pequeña casita que había en frente de la casa parroquial para que la pareja pudiera vivir allí después de la boda.
Así, con el beneplácito y la ayuda de Don Sante, el campesino fue al caserío de la Formaggiana a pedirle matrimonio a su amada y ella ―a la que hasta ese momento le había ganado su timidez― aceptó contenta. Sin embargo, la sciura Emilia se oponía a la unión. Ahora bien, Colombino no se iba a dar por vencido, pues sabía que si existía alguien capaz de convencer a la madre de su querida Vittorina ese era Don Sante.

Los episodios de injurias de Faustina hacia Leda lejos de parar se acrecentaban, así que a Leda solo se le ocurrió una salida: romper su silencio y tener esa charla que Faustina le estaba reclamando. No quería hacerlo, pero no veía otra alternativa…
Y así, Leda descubrió el motivo por el que Faustina le tenía tanta inquina: el padre del hijo que Faustina había perdido era Lorenzo.

Al día siguiente, el pintor fue al burdel para pedirle disculpas a Chiarella, pero ella no lo perdonó y lo echó de allí diciéndole que no quería volverlo a ver, por lo que el muchacho tuvo que buscar consuelo en otra de las chicas.
Sin su compañera de confesiones y proyectos, el paso del tiempo se volvió más lento para Lisander, que no cejaba en su idea de conseguir una de esas cámaras negras a pesar de que su determinación le seguía fallando. Pero seis meses después, ocurrió algo que cambió su suerte: recibió un telegrama de Sandro Duroni en el que lo invitaba a unirse a él para sacar adelante su taller francés recién ampliado.

El ex capitão quería volver a Italia y su mujer y su hijo lo acompañaron. Pero una vez allí, sus fuertes ideales y la convicción de que todos los territorios con sangre italiana debían formar un único Estado con identidad propia, lo llevó a la primera de las tantas batallas en las que tomaría parte. Mientras tanto, Aninha intentaba adaptarse a un lugar en el que le era difícil comunicarse y en el que había unas costumbres que, en ocasiones, le resultaban desconcertantes. Llevaba a Menotti a una pequeña escuela situada dos calles por debajo de su casa, pero en ella no solo entraba el niño. Un viejo maestro, que ya estaba jubilado, se había ofrecido a enseñarle a Aninha algo de italiano y acudía todas las mañanas a la escuela para ayudarla con el idioma.

Yanira dijo...

Libro: Los ángeles mueren por nuestras heridas. Yasmina Khadra

[…] Con esta corta vida a mis espaldas, la antesala de la muerte no debería abrir todavía su lúgubre telón. No veo luz, ni túnel, no escucho voz celestial que me invite a traspasar una de las ocho puertas del Jannah, tal vez Alá no quiera todavía recibirme. Pero, ahí está ese telón de acero bien afilado para ser bajado sin honores ni aplausos. Ya no escucho el murmullo de las oraciones, ni los latidos de mi corazón, puede que ya esté muerto. De nuevo empiezo a oír la voz pegajosa y gangosa del jefe Borseli, muy a mi pesar, sigo vivo.
-No sentirás dolor, solo serán unos segundos. Sus necias palabrejas me hacen saborear el inminente desenlace de mi destino.
-Tranquilo, todo pasará rápido, arrodíllate. Su voz revolotea como un oscuro mantra del que intento despojarme sin ningún éxito. No deseo recordar ya mi pasado, la vida en Orán, las mieles del éxito, las fortuitas calamidades. ¿Qué sucederá cuando se baje definitivamente el telón de mi muerte?, ¿qué será de ella y de nuestros dulces recuerdos? Quizá, en este preciso momento esté pensando en mí, en lo nuestro, en lo que fue nuestra vida juntos en esta Argelia a la que siempre amé tanto como a ella.
Llegué a esta parte del país como solo se me estaba permitido, sobreviviendo sin más esperanza que la de huir de la miseria, sin apenas saber leer y escribir, pues esos lujos no les eran permitidos a los supervivientes como yo. Las calles seguirían siendo mi escuela, y a fuerza de golpes continuarían mis lecciones, un aprendiz de que el mundo solo es para unos pocos afortunados.
Todavía conservo en un resquicio de mi retina el día que lo vi por primera vez, me sentí tan pequeño, más que de costumbre, ante tanta belleza e inmensidad. En mi infancia había oído hablar de él, el señor Rayi, el viejo tendero de la destartalada tienda de comestibles relataba lo grandioso y traicionero que era. – Es como un monstruo capaz de engullirte en sus garras y no dejarte escapar […]

Raquel Valido dijo...

Continuación de El intercambio, Fernando Aleu

Al poner un pie en tierra firme, Werner no pudo contener la emoción por estar de vuelta en esa ciudad que le había dado tanto. También le invadió la incertidumbre e incluso el miedo recordando las palabras de su secretaria y las del catedrático. Pero las ganas de ver a Max y a su tía lo inundaban todo. Quería agradecerles todo lo que habían hecho por él y, sobre todo, lo que había hecho Franz, aunque por desgracia ya no estuviera.

Recuperó su maleta en la bodega y fue directo a la zona de identificación, donde tenía que presentar toda su documentación para entrar al país. Con lo feas que se estaban poniendo las cosas, no le extrañó nada que hubiera tanto policía y autoridad rondando por el lugar. Le paró un señor alto, de pelo blanco y pinta de alemán del norte.

– Déjeme comprobar su documentación, por favor.
– Aquí tiene – dijo Werner con gesto temeroso.
– Va a tener que acompañarme – le indicó el alemán frunciendo el ceño y negando con la cabeza.

Werner no podía creer lo que estaba pasando. Tan solo hacía cinco minutos que había llegado a aquel país y ya estaba teniendo esta clase de problemas. De repente, apareció un hombre de barba blanca y ojos azules que tras esposarlo, lo llevó a una sala totalmente oscura, fría y en la que apenas se podía respirar. Definitivamente, estaba viviendo una pesadilla. Y esta desgraciadamente no sabía interpretarla.

Inés Alicia Espinosa Charri dijo...


ÁGRAFA MUSULMANA EN PAPIRO DE OXYRRINCO
Juan José Arreola

Estabas a ras de tierra y no te vi. Tuve que cavar hasta el fondo de mí para encontrarte. Fueron muchos los años en los que te ignoré, no reconocí tu poder y belleza, pero aquella tarde, cansada de cavar, triste me eché sobre la arena y fui consciente de que mi cuerpo sin ti no quería vivir, en ese preciso instante te sentí, te vi junto a mí, me sonreiste, me guiñaste un ojo y yo te reconocí. Suavemente me dijiste: "por fin me haces caso, soy tu niña interior y estaba cansada de nuestra soledad".

Javier Álamo dijo...

Verse y amarse locamente fue una sola cosa. Ella tenía los colmillos largos y afilados. Él tenía la piel blanda y suave: estaban hechos el uno para el otro. Pero como la pérdida de razón etílica y sin diagnóstico no es buena consejera, ni tiene rango de ley, la visión y el amor estaban gravemente distorsionados. Ni qué decir de la pasión y el desenfreno: abocados al más absoluto de los fracasos. La teoría dartañesca de la coautoría reducida a dos no cundió el efecto: ni era el uno para el otro, ni era el otro para el uno. Ni la punta de sus colmillos nosferóticos incidieron con la pasión necesaria, ni su verdadera piel de carpa común se dejó vencer por la frenética (e imprecisa) presión dental. Resultado: un gatillazo vampirizante de los que hacen época y que, sin duda, serían la comidilla hasta en la más modesta fonda de los Cárpatos. La vida misma: un tira y afloja entre el fetichismo recalcitrantemente idealizado y los encuentros más terrenales sin derecho a devolución. Crónica de una frustración anunciada.

Patricia Barreto Santana dijo...

Estabas a ras de suelo y no te vi. Tuve que cavar hasta el fondo de mí para encontrarte. ¡Qué gusto verte! Ya había olvidado cómo eres. La depresión lo había oscurecido todo, pero de nuevo hay luz y vuelvo a verte, "yo".

Bett Neuff dijo...

Ágrafa musulmana en papiro de oxyrrinco – Juan José Arreola
Estabas a ras de tierra y no te vi. Tuve que cavar hasta el fondo de mí para encontrarte. Tras arrancarme capas de piel, seguí con el músculo, hasta llegar al hueso. Y una vez allí, seguí hasta el tuétano, de entre el que extraje las células primigenias de mi propio ser. Observé a microscopio los componentes químicos de mi esencia y, ahí, en una pequeña placa de petri, te vi. Una molécula inexorable en su ínfimo diámetro, compleja, creadora de vida. Entramada en mí, indisoluble de mi ser. Y supe que sería imposible seguir viviendo, contigo o sin ti.

Ángela Padilla Clavijo dijo...

«La explicación de Rosi sobre los acontecimientos que le habían sucedido en la biblioteca me dejó estupefacto. Sin embargo, quise darle una explicación racional a su detención sin sentido, ¡una detención por investigar un material al que tenía permiso para acceder!, ¡la detención de un académico de prestigio! Hija mía, todo aquello era un escándalo. Rosi acabó su relato en este momento, me dijo que se había acordado de que la vida es muy corta y estos asuntos tan banales no podían quitarnos ni un segundo. Me extrañé enseguida. Recuerda que fue Rosi quien quería contarme sus indagaciones acerca de ese libro vistoso y aparentemente valioso en tanto su procedencia histórica. Me fui a casa pensando en que la única información que teníamos sobre el libro era la relación de la ilustración de la portada con el príncipe de Valaquia durante la Edad Media, Vlad Tepes. En cualquier caso, ¿qué motivos pueden tener los altos cargos del gobierno para impedir echar un ojo a esos documentos…? Al cabo de un par de días, intenté contactar con Rosi durante multitud de ocasiones, pero dejó de acudir a las clases, además, ya no me convocaba para las reuniones de mi tesis. A finales de semana, el periódico publicó la desaparición de un prestigioso catedrático de la Facultad de Historia. Querida mía, ¿no te parece que la vida es demasiado corta para pensar en estos asuntos?».

Mi padre se levantó con nerviosismo y miró el reloj. Pensé que propondría que tomáramos un té como solía sugerir siempre a aquellas horas de la tarde, pero se encerró en su despacho y me dejó sola con el ama de llaves, que estaba distraída o eso parecía. Seguramente, estaba absorta mirando la lluvia por la ventana, a mí me suele pasar a veces y, al contrario de mucha gente, no me agrada ni me relaja el sonido. En ese instante, no me di cuenta de que, como en una novela romántica, el clima me estaba avisando de una desgracia. No sólo el clima, sino la última frase del discurso de mi padre, que fue calcada a la que había dicho Rosi tantos años atrás, antes, mucho antes de que yo naciera. Unos días después de esa conversación estaba desesperada por abordar el tema que dejamos a medias, pero justo en la hora de la comida cuando, por fin, me atreví a susurrar unas palabras sobre el asunto, me interrumpió antes de que dijera vocablo para anunciarme un viaje por trabajo a Rumanía. En realidad me entusiasmé hasta que me dijo que su plan era que yo permaneciera en casa. No me lo podía creer, siempre me había llevado con él a recorrer el mundo, daba igual si tenía un examen o un evento… Nunca regresó.

Andrea Hdez. dijo...

Salió por la puerta y de mi vida, llevándose con ella mi amor y su larga cabellera negra. Sin embargo, aunque yo no lo supiese, no era la última vez que nuestros caminos se cruzarían; al final va a ser verdad eso de que la vida da muchas vueltas. Pasarían seis años antes de que la volviese a ver, un día precioso dibujando a orillas de la playa pasó delante de mí esa cabellera negra que ya no era larga, y que tenía el tono más apagado.

Amaury Santana Marrero dijo...

(Continuación de “Ágrafa musulmana en papiro de oxyrrinco”)

“Estabas a ras de tierra y no te vi. Tuve que cavar hasta el fondo de mí para encontrarte.”

El reo sintió como le palpitaba ahora el corazón mientras la vio entrar. Siempre la vio como la vecina que había cuidado de su madre en sus últimos días, mientras él no se atrevía ni a visitarla. Por vergüenza. Solo después del entierro, pudo confesarle que era el autor de los repetidos robos en en aquella casa y que ella misma había denunciado. No eran los únicos delitos, ni dejó de recibir sus visitas. Con los ojos enrojecidos, él se acercó mucho y entre los barrotes le besó en la frente. Así abrazos solo pensaba en el largo camino que había tenido que recorrer para poder llegar hasta ella.

(Homenaje a Pickpocket de Bresson)

CRISTINA VÁZQUEZ dijo...


Salió por la puerta y de mi vida, llevándose con ella mi amor y su larga cabellera negra. Los días no volvieron a ser lo mismo, me sentía vacío, sin ganas, sin ella. Mi vida se convirtió en un auténtico túnel sin salida, sin luz. Los días se tornaron grises, el sol no brillaba y todas las flores que encontraba mi paso estaban marchitas como mi corazón.

Andrea Hdez. dijo...

Una noche el anciano, que estaba confundido, sintió las primeras reminiscencias creadoras de la acción. Imaginó la red y con ella creó el arco, para después con el dedo podarlos en el volcán, y así se volvió tierra.

Miguel Ángel Rodríguez Falcón dijo...

Para emplear la técnica de la expansión narrativa, voy a añadirle unas pocas líneas a uno de los relatos, «Salió por la puerta y de mi vida».
Salió por la puerta y de mi vida, llevándose con ella mi amor y su larga cabellera negra. En un principio, pensé que me iba a costar superar su ida, pero me equivocaba. Ahora, aunque tengo el corazón un poco más vacío, compenso su pérdida con unos bolsillos llenos.

Haridian Medina Guerra dijo...


Continuación de "Los hombres de la guadaña", John Connolly

"De noche, Louis sueña con el Hombre Quemado. Y en algún lugar el Hombre Quemado sueña con él "

mientras suena de fondo la voz de Bessie Smith, como en aquella noche, como en todas las noches desde aquella noche: “Tengo miedo de quedarme aquí, tengo miedo de irme de esta ciudad”. Sabe que si se queda el fantasma acabará ocupando cada estancia de la casa (ya lo ha vivido antes) hasta confundirse con su sombra, y sabe también que abandonar esta nueva ciudad no significará el final de su tormento, que a un nuevo asesinato le sucederá el siguiente y el fuego se seguirá expandiendo cada noche.

El alba ya asoma por la ventana y su amante dormido comienza a despertar. Louis siente como el fuego se apaga cuando aquel abre los ojos. Se abraza a su cuerpo como a la hierba fresca en medio de la triste calma que dejó el incendio y respira la idea de escapar juntos a Alaska.