domingo

7. SOBRE LA TRASCENDENCIA DE LA COMUNICACIÓN ORAL (Bloque I)


Aprovecha los diferentes documentos entregados sobre la Didáctica de la comunicación oral para incorporar aquí tu reflexión sobre la misma: ¿de qué modo afecta a nuestra labor como comunicadores? ¿habías reflexionado previamente sobre todos los componentes (lingüísticos, no lingüísticos y paralingüísticos) que intervienen en "lo oral"? ¿planificas tu discurso oral? ¿prefieres hablar "para el viento"? ¿tienes en cuenta las máximas para tener conversaciones más eficaces?

Documentos "base" de tu reflexión:
  • Testimonio de la tradición oral (Romance El veneno de Moriana
  • Dossier "Palabras para una reflexión"
  • "Enseñar a hablar y a escuchar"
  • Texto "Palabras al viento"

18 comentarios:

Vero dijo...

Cuando nos planteamos, no ya dar unos contenidos ante un alumnado, sino simplemente realizar una exposición en público, pocas o ningunas veces pensamos en la importancia del lenguaje no verbal. Inconscientemente, adoptamos posturas y actitudes inadecuadas en estas situaciones que incluso podrían llegar a perjudicar nuestro discurso. Sin embargo, sí le damos más relevancia a la exposición oral, y en este punto resulta inevitable recordar el texto de A. Trapiello, “Palabras al viento”.
En cuanto a los principios propuestos por Grice, por ejemplo, solemos pecar por mucho que planifiquemos el discurso. Si nos encontramos con mucha información, siempre queremos transmitir la máxima cantidad que podamos, olvidando que existe el recurso de la síntesis. Para argumentar nuestras propuestas, seguramente “echemos mano” de ejemplos cuya validez no hemos probado (máxima de cualidad). En el caso de entusiasmarnos con nuestra exposición, caeremos en la tentación de hacer paréntesis que rompen la linealidad de la misma, hablando de cosas poco significativas (máxima de pertinencia)y terminando nuestra actuación con un nivel de claridad escaso (máxima de modalidad).
Por lo tanto, y en conclusión, los componentes que intervienen en lo oral afectan directamente a nuestra labor comunicativa, y tras la lectura de todos los textos es el mejor momento para plantearnos la importancia de una estricta planificación del discurso (en el sentido de respetar las máximas) y una constante reflexión sobre todos los elementos que conforman la oralidad.

L.R.G. dijo...

Opino firmemente que, en nuestra labor como docentes, la comunicación oral es un ámbito de gran relevancia. Por ello, el profesor debe propiciar que los alumnos sean conscientes de la importancia del discurso oral y que aprendan a hacer uso de éste correctamente. Para conseguirlo, el docente tiene que comenzar por sí mismo y dar ejemplo a los alumnos; nunca debe descuidar ningún aspecto del lenguaje. De hecho, tanto el lenguaje verbal como el no verbal y el paraverbal varían en función del nivel de los alumnos y según el profesor persiga un objetivo u otro. Esto es algo en lo que, en mi caso concreto, he reflexionado bastante. Creo que mediantes los elementos lingüísticos, no lingüísticos y paralingüísticos (si los sabemos utilizar bien) podemos crear nuestro “papel” como docentes y así conseguir lo que queremos de los alumnos. Por ejemplo, cuando yo empiece a dar clases, intentaré servirme de los elementos verbales para mostrarme cercana a los jóvenes (utilizando un vocabulario juvenil, bromeando cuando la situación lo permita, etc.). Sin embargo, intentaré conseguir su respeto mediante los elementos no verbales y los paraverbales (manteniendo la distancia física, subiendo el timbre de voz en determinados momentos para mostrar enfado, etc.). No soy partidaria de que los profesores planifiquemos nuestros discursos de “pe a pa”. Creo que tiene mucho que ver el hecho de que los mejores profesores que tuve en el instituto eran aquellos que se mostraban cercanos y espontáneos con nosotros. Eso es exactamente lo que yo quiero transmitir en mis clases: cercanía y compresión con los alumnos pero, al mismo tiempo, respeto, siendo consciente cada uno del papel que juegan en el aula.

El romance "El veneno de Moriana" es uno de los ejemplos que nos permiten darnos cuenta de la gran importancia que tiene la oralidad, ya no sólo en el aula, sino en nuestra vida diaria. Los jóvenes deben ser capaces de expresarse oralmente y en público con claridad y coherencia, respetando siempre las máximas de la lengua oral. Pienso que el modelo educativo basado en la enseñanza únicamente del discurso escrito está totalmente desfasado. El texto "Enseñar a hablar y a escuchar" aporta ideas que me parecen muy útiles para el aula.

Miriam* dijo...

En la gerencia del aula el desarrollo de los aprendizajes depende de las estrategias y los métodos de enseñanzas, los cuales siempre orientan a actividad comunicacional. Esta actividad casi siempre es preparada por el docente quien estimula el desarrollo comunicacional en el marco de la estrategia, o los métodos de enseñanza, sin embargo, hay algunas reglas de carácter general que debe caracterizar toda expresión verbal del docente.


-La voz: proviene naturalmente por cuestiones emocionales. Lo mejor en estos casos es aspirar o tratar de relajar el cuerpo, siendo un esfuerzo mental para alcanzar el equilibrio.

-Control Visual:la vista bien orientada no solamente permite esa captación inicial, si no que ayuda a mantener la atención de los estudiantes.

-Control de movimiento y expresión Corporal: cuando un docente expone un tema ante una clase se genera una serie de manifestaciones físicas que bien utilizadas ayudan al éxito de la comunicación, pero sino se controlan pueden derribar la más brillante exposición. Algunos de los movimientos suelen ser de origen nervioso generalmente inconscientes.

Por otro lado, para recuperar en el aula la relación entre comunicación y educación se debe tener en cuenta que: el niño debe tener opinión, situarse frente a las cosas, expresar sus puntos de vista, tener sentido de la inter y multi culturalidad. Por ello, lo más interactivo en educación continúa siendo la relación entre maestros y alumnos.

En la tradición oral moderna el romance El veneno de Moriana está muy extendido: hay publicadas versiones portuguesas, catalanas, de los sefardíes de Oriente y de Marruecos, además de ésta versión, asturiana.

Para concluir, éste romance no solo aporta ideas importantes para llevar a cabo en el aula, sino también para trabajar con profundidad la oralidad entre grupos de alumnos o entre docente y alumnos.

Isis dijo...

La didáctica de la comunicación oral nos afecta directamente en nuestra labor como educadores. No hay más que pararse a pensar en el mismo concepto de comunicación.
En el decreto y real decreto, en lo referente a nuestra asignatura percibimos la gran cantidad de objetivos, contenidos y criterios de evaluación destinados al aprendizaje y enseñanza de la oralidad. ¿Cómo podemos enseñarles a escribir bien sin enseñarles previamente a expresarse oralmente de forma correcta? Sabemos que los niños aprenden primero a ser emisores y luego a ser receptores. Quizás el mayor problema que existe a la hora de aprender a ser receptor sea que no se han anclado como debieran, los pilares para una correcta emisión.
Previamente sí que había reflexionado sobre los componentes lingüísticos, no lingüísticos y paralingüísticos; ¿cuántas veces no hemos leído una cara o un gesto y nos ha transmitido un mensaje? Después de todo, la comunicación no verbal también es comunicación.
Planificamos nuestros discursos orales dependiendo de los elementos mismos de la comunicación que considera Jacobson; por ejemplo: un “poligonero” en un juicio, está planificando su discurso oral en tanto en cuanto procura ordenar y seleccionar sus ideas para no transmitirlas como lo suele hacer a menudo; cuando un filólogo habla con un niño o un catedrático o con otros filólogos, planifica su discurso oral dado que en ello se basa su capacidad lingüística para adaptarse a todos los contextos posibles; cuando la pareja de un filólogo le transmite un mensaje oral, lo planifica puesto que sabe que debe “medir las palabras” en cierto modo; tal vez esto lo notemos más a la hora de realizar una entrevista de trabajo, puesto que no solo vamos a planificar oralmente nuestro discurso oral, también lo haremos con los elementos no lingüísticos.
Sugerente, no cabe duda, para este tema, el texto de “Breve teoría del callar” de don Antonio Manzanares Pascal, profesor de nuestra universidad.
Consideramos que cuando Victoria Camps señala “aprender a hablar es aprender a comportarse como un ser humano”, se refiere a la materialización que hacemos de las realidades que nos rodean, siendo obvio que debemos primero aprender a materializarlas; como profesores de lengua, nuestra labor en este sentido es fundamental.
Particularmente, prefiero hablar para el viento por la naturalidad que supone. Valoro muchísimo la improvisación aunque si bien es cierto que la perdemos por momentos, cuanto más complejo sea nuestro entorno, menos naturalidad mostraremos.
Con nadie seremos más naturales y diremos más genialidades in situ como cuando podemos expresarnos con naturalidad; los textos más bonitos que conocemos en literatura, tengámoslo en cuenta, han sido planificados e incluso replanificados si observamos por ejemplo la obra “nunca acabada” de Juan Ramón Jiménez (el cual, dicho sea de paso me ha sido evocado por el protagonista del corto que tenemos en el blog).
Tengo en cuenta las máximas para las conversaciones en relación inversamente proporcional al estado en el que me encuentre durante el acto comunicativo, por decirlo de manera matemática; cuanto menos segura me encuentre en la transmisión de mensajes, más me apoyaré en ellos.

Isabel HR dijo...

En este bloque hemos constatado la importancia de la expresión oral en el ser humano. He recordado aquello que he oído alguna vez de “todo lo que tiene nombre, existe” y es que el lenguaje ordena nuestro pensamiento. El éxito en la vida dependerá muchas veces del poder que tengamos a través de nuestra palabra. Como hemos visto con la teoría de los actos de habla de Austin y Searle, el emisor tiene siempre una intención cuando emite una secuencia lingüística, ha de provocar que su intención comunicativa se materialice mediante la respuesta del receptor.
Lo más difícil en una clase no es hablar, sino comunicar. Y me llama la atención el punto cuatro del apartado “Algunos principios teóricos sobre la expresión oral”. El docente y el alumno han de compartir una información previa para lograr “avanzar” comunicativamente. Esta afirmación nos recuerda a las ideas de las que hemos hablado sobre qué sabe el alumno y cómo enlazamos los nuevos conocimientos, sea para producir en ellos una motivación (desde la relación de la explicación teórica con su realidad más cercana) o bien, para conseguir que puedan comprender las explicaciones posteriores. Para lograr este objetivo es fundamental cumplir las máximas de Grice.
Sin lugar a dudas, cualquier docente es un modelo de expresión oral para sus alumnos, no sólo en lo que se refiere a reglas gramaticales y socioculturales, sino también ideológicamente. El lenguaje es también un reflejo de nuestras ideas frente a la vida, de lo que somos. Nuestra forma de hablar manifiesta nuestra personalidad. El profesor tiene un compromiso y nunca puede “hablar al viento”: hay un conjunto de receptores que están aún formándose para aprender a tener éxito en su “vida comunicativa”. No obstante, el docente también tiene derecho a equivocarse, a corregirse, a dudar y a ser espontáneo cuando la ocasión lo requiera, pero sin perder de vista su principal función en el aula: servir de modelo lingüístico y por lo tanto, de modelo humano (basándome en la definición de V. Camps).
La complejidad de la comunicación oral reside en su inmediatez, en la espontaneidad (aunque el texto de Trapiello nos haga caer en la cuenta de que está sucediendo lo contrario). En el aula es necesario abordar supuestos prácticos en diferentes contextos, tanto formales como informales. El alumno debe ser capaz de adaptarse a cualquier circunstancia comunicativa y dentro de cada circunstancia, saber adaptarse a cualquier receptor: tener la capacidad de decir lo mismo con diferentes palabras. El primer paso para poder llegar a una buena expresión oral es la comprensión oral. Y en este sentido, el texto titulado Enseñar a hablar y a escuchar (quizás se debería invertir el título) es de gran importancia porque propone actividades que tanto escasean en las aulas, sobre todo en lo que se refiere a los usos formales o públicos de la lengua. En la parte literaria de esta misma asignatura, se planteó la enseñanza de la lengua tomando como ejemplo las diferentes actividades que se realizan con los alumnos que aprenden una lengua extranjera. Por esta razón, para lograr una buena capacidad de escucha, se deben trabajar las grabaciones de audio y las recreaciones en clase de situaciones de la vida cotidiana en las que los alumnos se intercambien el papel de emisor y receptor. Los clásicos listening y speaking, tan usuales para los que en algún momento nos hemos iniciado en el aprendizaje de una lengua extranjera, creo que deben trasladarse a la lengua materna.

Isabel HR dijo...

En este bloque hemos constatado la importancia de la expresión oral en el ser humano. He recordado aquello que he oído alguna vez de “todo lo que tiene nombre, existe” y es que el lenguaje ordena nuestro pensamiento. El éxito en la vida dependerá muchas veces del poder que tengamos a través de nuestra palabra. Como hemos visto con la teoría de los actos de habla de Austin y Searle, el emisor tiene siempre una intención cuando emite una secuencia lingüística, ha de provocar que su intención comunicativa se materialice mediante la respuesta del receptor.
Lo más difícil en una clase no es hablar, sino comunicar. Y me llama la atención el punto cuatro del apartado “Algunos principios teóricos sobre la expresión oral”. El docente y el alumno han de compartir una información previa para lograr “avanzar” comunicativamente. Esta afirmación nos recuerda a las ideas de las que hemos hablado sobre qué sabe el alumno y cómo enlazamos los nuevos conocimientos, sea para producir en ellos una motivación (desde la relación de la explicación teórica con su realidad más cercana) o bien, para conseguir que puedan comprender las explicaciones posteriores. Para lograr este objetivo es fundamental cumplir las máximas de Grice.
Sin lugar a dudas, cualquier docente es un modelo de expresión oral para sus alumnos, no sólo en lo que se refiere a reglas gramaticales y socioculturales, sino también ideológicamente. El lenguaje es también un reflejo de nuestras ideas frente a la vida, de lo que somos. Nuestra forma de hablar manifiesta nuestra personalidad. El profesor tiene un compromiso y nunca puede “hablar al viento”: hay un conjunto de receptores que están aún formándose para aprender a tener éxito en su “vida comunicativa”. No obstante, el docente también tiene derecho a equivocarse, a corregirse, a dudar y a ser espontáneo cuando la ocasión lo requiera, pero sin perder de vista su principal función en el aula: servir de modelo lingüístico y por lo tanto, de modelo humano (basándome en la definición de V. Camps).
La complejidad de la comunicación oral reside en su inmediatez, en la espontaneidad (aunque el texto de Trapiello nos haga caer en la cuenta de que está sucediendo lo contrario). En el aula es necesario abordar supuestos prácticos en diferentes contextos, tanto formales como informales. El alumno debe ser capaz de adaptarse a cualquier circunstancia comunicativa y dentro de cada circunstancia, saber adaptarse a cualquier receptor: tener la capacidad de decir lo mismo con diferentes palabras. El primer paso para poder llegar a una buena expresión oral es la comprensión oral. Y en este sentido, el texto titulado Enseñar a hablar y a escuchar (quizás se debería invertir el título) es de gran importancia porque propone actividades que tanto escasean en las aulas, sobre todo en lo que se refiere a los usos formales o públicos de la lengua. En la parte literaria de esta misma asignatura, se planteó la enseñanza de la lengua tomando como ejemplo las diferentes actividades que se realizan con los alumnos que aprenden una lengua extranjera. Por esta razón, para lograr una buena capacidad de escucha, se deben trabajar las grabaciones de audio y las recreaciones en clase de situaciones de la vida cotidiana en las que los alumnos se intercambien el papel de emisor y receptor. Los clásicos listening y speaking, tan usuales para los que en algún momento nos hemos iniciado en el aprendizaje de una lengua extranjera, creo que deben trasladarse a la lengua materna.

Eva M.L. dijo...

La función principal del docente es transmitir conocimientos, por ello es sumamente importante controlar la exposición oral en clase. Esto no significa que debamos encorsetarnos a una previa esquematización del discurso, si no que a partir de los puntos a tratar nos comuniquemos de manera natural y organizada. Pero además, tal y como señala Victoria Camps, “aprender hablar es aprender a comportarse como un ser humano”, es decir, a través de nuestra forma de comunicarnos estamos difundiendo implícitamente una serie de valores que los alumnos deben captar como un modelo a seguir. En este sentido, no podemos olvidar la trascendencia que cobra el lenguaje no verbal y el lenguaje paraverbal en las distintas interacciones orales que tenemos con los alumnos.
Por otro lado, desempeñar el papel de “oyentes” también es fundamental. Por ello, debemos escuchar a nuestros alumnos y, a su vez, enseñarles a escuchar. Este aspecto que señala el título del texto “Enseñar a hablar y a escuchar” resulta muy interesante porque sienta las bases de una comunicación equilibrada: hablamos y escuchamos. Quizá esa sea la clave para que nuestro método expositivo nunca llegue a convertirse en “clase magistral”, sino en todo lo contrario, una clase con sujetos activos que formulen cuestiones y generen debate.
Por último, las máximas que hemos estudiado para mejorar nuestra expresión oral son muy útiles para poder controlar en todo momento nuestra conversación con los alumnos.

Isabel HR dijo...

En este bloque hemos constatado la importancia de la expresión oral en el ser humano. He recordado aquello que he oído alguna vez de “todo lo que tiene nombre, existe” y es que el lenguaje ordena nuestro pensamiento. El éxito en la vida dependerá muchas veces del poder que tengamos a través de nuestra palabra. Como hemos visto con la teoría de los actos de habla de Austin y Searle, el emisor tiene siempre una intención cuando emite una secuencia lingüística, ha de provocar que su intención comunicativa se materialice mediante la respuesta del receptor.
Lo más difícil en una clase no es hablar, sino comunicar. Y me llama la atención el punto cuatro del apartado “Algunos principios teóricos sobre la expresión oral”. El docente y el alumno han de compartir una información previa para lograr “avanzar” comunicativamente. Esta afirmación nos recuerda a las ideas de las que hemos hablado sobre qué sabe el alumno y cómo enlazamos los nuevos conocimientos, sea para producir en ellos una motivación (desde la relación de la explicación teórica con su realidad más cercana) o bien, para conseguir que puedan comprender las explicaciones posteriores. Para lograr este objetivo es fundamental cumplir las máximas de Grice.
Sin lugar a dudas, cualquier docente es un modelo de expresión oral para sus alumnos, no sólo en lo que se refiere a reglas gramaticales y socioculturales, sino también ideológicamente. El lenguaje es también un reflejo de nuestras ideas frente a la vida, de lo que somos. Nuestra forma de hablar manifiesta nuestra personalidad. El profesor tiene un compromiso y nunca puede “hablar al viento”: hay un conjunto de receptores que están aún formándose para aprender a tener éxito en su “vida comunicativa”. No obstante, el docente también tiene derecho a equivocarse, a corregirse, a dudar y a ser espontáneo cuando la ocasión lo requiera, pero sin perder de vista su principal función en el aula: servir de modelo lingüístico y por lo tanto, de modelo humano (basándome en la definición de V. Camps).
La complejidad de la comunicación oral reside en su inmediatez, en la espontaneidad (aunque el texto de Trapiello nos haga caer en la cuenta de que está sucediendo lo contrario). En el aula es necesario abordar supuestos prácticos en diferentes contextos, tanto formales como informales. El alumno debe ser capaz de adaptarse a cualquier circunstancia comunicativa y dentro de cada circunstancia, saber adaptarse a cualquier receptor: tener la capacidad de decir lo mismo con diferentes palabras. El primer paso para poder llegar a una buena expresión oral es la comprensión oral. Y en este sentido, el texto titulado Enseñar a hablar y a escuchar (quizás se debería invertir el título) es de gran importancia porque propone actividades que tanto escasean en las aulas, sobre todo en lo que se refiere a los usos formales o públicos de la lengua. En la parte literaria de esta misma asignatura, se planteó la enseñanza de la lengua tomando como ejemplo las diferentes actividades que se realizan con los alumnos que aprenden una lengua extranjera. Por esta razón, para lograr una buena capacidad de escucha, se deben trabajar las grabaciones de audio y las recreaciones en clase de situaciones de la vida cotidiana en las que los alumnos se intercambien el papel de emisor y receptor. Los clásicos listening y speaking, tan usuales para los que en algún momento nos hemos iniciado en el aprendizaje de una lengua extranjera, creo que deben trasladarse a la lengua materna.

Isabel HR dijo...

Perdonen, por problemas técnicos, ha salido tres veces mi reflexión.
Saludos.

Elena dijo...

Tradicionalmente, se ha dado en las escuelas una mayor importancia a la escritura y a la lectura frente a una práctica, uso y enseñanza de tácticas y estrategias para la comunicación oral. Quizás esto se deba a que, comúnmente, a la lengua oral se le da menos relevancia que a la lengua escrita, por ser aquella la primera que aprendemos y la más cercana que solemos tener. Sin embargo, es precisamente porque la encontramos en numerosos ámbitos de nuestra vida por lo que debemos hacerle ganar peso y hacerle cobrar importancia en el sistema educativo desde el momento en que seamos docentes. La mejor manera para conseguir esto sería, como afirmaba Ordóñez, aumentar el número de clases prácticas en el aula para fomentar el uso y desarrollo de la capacidad comunicativa del alumno (ya que es en este aspecto donde generalmente presentan mayores dificultades), pues esto va a ser esencial para el desarrollo personal del mismo y para su capacidad para desenvolverse en diferentes ámbitos posteriores de su vida, como por ejemplo entrevistas de trabajo, presentaciones de cualquier tipo… Debemos, por tanto, hacerle ver al alumnado la importancia de cada elemento de la comunicación oral para conseguir que ésta sea satisfactoria (tomemos como ejemplo el romance "El veneno de Moriana"), tener en cuenta las máximas reguladoras de una conversación que postulaba Grice, la relevancia que tiene la comunicación oral en el ámbito cotidiano (en publicidad, política…), etc.
No obstante, del mismo modo que deberíamos transmitir esto a los alumnos, es necesario que nosotros mismos seamos conscientes de la influencia que tiene el uso que hagamos de la lengua oral así como del lenguaje no verbal (como veíamos en el texto "Palabras para una reflexión"): gestos o movimientos que hagamos, el tono de voz que adoptemos, la distancia que mantengamos, etc.
En conclusión, debemos hacer porque la lengua oral gane el espacio y la importancia que realmente tiene en la realidad en que vivimos, dando pautas y colaborando en la medida de lo posible (llevando a cabo, por ejemplo, un mayor número de exposiciones de diverso tipo en el aula por parte del alumnado y ahondando en las claves del discurso oral) para que los alumnos sean conscientes de esta relevancia y de la importancia de saber hacer uso de ella de manera adecuada.

Corona dijo...

Hasta hace poco la didáctica de la comunicación oral ha sido relegada a un segundo plano en la enseñanza (obligatoria y universitaria), de tal manera que una vez somos adultos tendemos a interiorizar que es más relevante la escritura. Sin embargo, creo que todos hemos podido comprobar cómo un buen profesor con habilidades en su expresión oral es capaz de sellar emociones y contenidos en nuestro interior. En este caso me refiero a una expresión oral en su sentido más amplio (componentes lingüísticos, no lingüísticos y paralingüísticos).
¿Seré capaz de adoptar las técnicas orales adecuadas en la práctica docente? Espero que sí, y que la sucesión de los posibles errores se traduzcan, no en una suma fatal, sino en un aprendizaje positivo.
Por otro lado, creo que merece la pena destacar la idea que señala la importancia de saber escuchar en la comunicación oral para evitar errores interpretativos.
Y por último, me siento muy cómoda con las ideas del texto 'Palabras al viento'. Es decir, aunque para una eficaz comunicación oral se requiere una preparación, no ser descuidado... ¿qué sería de la expresión popular de no ser por su naturalidad? ¿cómo sino tendríamos las variantes de un mismo romance?

M.J. dijo...

Reflexionando un poco, y después de haber leído todos estos artículos que nos describen tantas cosas acerca del discurso oral, me doy cuenta de que, realmente, no se le ha prestado la atención que debía a esta materia. Nuestros profesores se han limitado a encargarnos tareas de exposición oral pero, por lo menos a mí, y creo que es algo generalizado, nadie nos ha enseñado pautas para la correcta elaboración y exposición de un discurso oral.

Llegados a este punto, está claro que de nada sirve quejarse. Si en este momento de nuestras vidas ya conocemos la importancia del discurso oral, es hora de ponerse en marcha y tener iniciativa para aprender todo lo posible acerca de ello y así no cometer los mismos errores sino enseñar a nuestros alumnos a hacerlo bien.

Desde luego estoy de acuerdo con la afirmación que dice que “Una sociedad que aspira a la tolerancia y a la convivencia pacífica y armoniosa, tendrá como uno de sus propósitos esenciales desarrollar la capacidad de escucha de sus habitantes”. La buena comunicación es la base de todas las relaciones.

Creo que debemos de ser cuidadosos al hablar, que nuestras palabras no se las lleve el viento, que digan algo, que están previamente pensadas, que tengan un objetivo claro… Sobre todo en el ámbito educativo y en calidad de docentes.

Podemos echar mano de manuales, libros o textos como el de “La enseñanza de la competencia en comunicación lingüística” para mejorar en la planificación de nuestros discursos y en la enseñanza de la oralidad en el aula.

Nerea L.S. dijo...

La comunicación oral ha sido apartada del aula a lo largo de las diferentes etapas estudiantiles, prueba de ello puede ser nuestra propia experiencia como alumnos. Sin embargo, estamos en un momento de cambio de papeles. Ahora nuestro deber es transmitir conocimientos y herramientas para que los alumnos tengan una formación integral. Por lo tanto, nuestra labor como docentes no puede quedarse meramente en la comunicación escrita o en la adquisición de conocimientos lingüísticos.
Como educadores seremos el actor principal de la escena, pero con ello no quiero decir que nuestras clases deban tener un carácter magistral, sino que a través de la palabra enseñaremos los contenidos del currículo, con la necesidad de diferentes recursos, haciéndoles ver a los alumnos la importancia de la palabra hablada y de su correcta expresión en cada contexto, como advierte Victoria Camps en su texto, “aprender hablar es aprender a comportarse como un ser humano”. A su vez tendremos que tener en cuenta que esta labor no solo incluye componentes lingüísticos, sino también no lingüísticos y paralingüísticos, y que para ello deberemos atender al mensaje, unido a los gestos, timbre, máximas conversacionales y demás componentes, para la correcta recepción por el alumno.
Otra cuestión a destacar es la importancia de la comprensión oral, el alumno debe adquirir destrezas para comunicarse correctamente pero también deberá saber captar las ideas para luego elaborar su discurso. Para ello nosotros seremos su primer modelo y deberemos adecuar nuestras intervenciones para el entendimiento. Esto lo vemos expresado en el texto “Enseñar a hablar y a escuchar”.
Por último me gustaría poner en relevancia que cada palabra que decimos en el aula tiene su importancia, por ello considero que no hablamos al viento y que estamos en la obligación de elaborar una buena programación del curso para aportar un granito de arena en cada momento.

Makoy dijo...

La didáctica de la comunicación oral es una práctica que hasta ahora se ha mantenido oculta o no perfeccionada por los docentes. Los educadores, no deben limitarse a ser meros transmisores de letras escritas en los libros que utilizan como material sin pararse a pensar si lo están expresando adecuadamente, si están cumpliendo con las máximas conversacionales y si están respetando los elementos básicos de la comunicación. El docente tiene que saber expresar lo que dice, hacerse entender, ponerse en el papel del alumno y recapacitar sobre la forma de decirlo antes de decirlo. Además de esto, el profesor tiene que fomentar la buena comunicación entre los alumnos. Debe inculcar en sus pupilos las buenas formas y la importancia de saber expresar correctamente lo que uno quiere transmitir. Se deben tener en cuenta todos los factores externos, internos y contextuales para saber qué transmitir, cómo hacerlo, a quién se le transmite, cuándo hacerlo y por qué se transmite una información.
Como futuro docente, en quien recae una responsabilidad enorme, me planteo muy bien todo lo que voy a decir y me aseguro de que mi mensaje ha llegado con el sentido que pretendía y con la intención que quería. No hay que tomarse a la ligera las palabras que salen por la boca de cada persona. Tenemos en nuestras manos el poder para cambiar y mejorar la situación actual. Los jóvenes de hoy en día, influenciados por tanta habladuría que sintonizan a cualquier hora y en cualquier lugar, necesitan ayuda de profesionales para poder distinguir lo que es oralmente correcto de lo que no. Y ahí entramos nosotros con el objetivo de sembrar las semillas de la buena oratoria y la correcta comunicación oral.

Raquel dijo...

En nuestra vida diaria debemos tener presente la manera en que nos comunicamos con los demás para lograr transmitir nuestras ideas y poder recibir las que nos dan otras personas. No obstante debemos adaptarnos a la situación comunicativa concreta ya que en contextos cotidianos o poco cuidados es más normal hablar “para el viento”, sin plantearnos muy bien el modo o el contenido, pero en contextos cuidados, como el aula, hay que tener en cuenta todos los componentes que forman parte de la oralidad (lingüísticos, no lingüísticos y paralingüísticos) y dar prioridad a la exposición preparada ya que la trascendencia es mayor.

La oralidad nos afecta a nuestra labor como comunicadores ya que la sociedad actual exige la eficiencia en la capacidad comunicativa por lo que es imprescindible que la escuela forme a sus alumnos y les ayude a desarrollar destrezas que puedan utilizar en su vida diaria. Debemos tener en cuenta que la expresión oral implica también el desarrollo de nuestra capacidad de escuchar para comprender lo que nos dicen los demás, si no somos capaces de lograrlo caeríamos en ejemplos de mala comunicación como ocurre en el texto “El veneno de Moriana”. Fruto de la dificultad para delimitar y aclarar el objeto de enseñanza y aprendizaje y por las dificultades metodológicas que presenta se ha postergado la enseñanza de los usos formales orales en las escuelas.

El objetivo de los profesores debe consistir en ayudar a los alumnos a manejarse desde los usos orales cotidianos y espontáneos a usos orales públicos que requieren la planificación y el control para adecuarlos a unas normas. La mejor manera de desarrollar estas habilidades es participando en situaciones comunicativas reales, el análisis de las características del género, el establecimiento de objetivos de aprendizaje y la planificación conjunta de la tarea favorecen la reflexión oral sobre los contenidos de las actividades de aprendizaje.

Zoila dijo...

Aunque queda mucho camino por recorrer, creo que ya estamos tomando conciencia de la importancia que debemos concederle a la comunicación oral en el aula. La sociedad competitiva en la que vivimos exige una eficiente capacidad comunicativa por lo tanto tenemos el deber de formar personas que sean capaces de expresarse con fluidez y claridad.
Para que los alumnos no consideren la enseñanza de LCL una asignatura aburrida, corresponde a los docentes, planificar acciones comunicativas y motivadoras. Las dramatizaciones, los debates, los talleres de expresión oral, las exposiciones o declamaciones constituyen buenos ejemplos de lo que debe ser nuestro trabajo en el aula. La oralidad permite a los educandos expresar e intercambiar sus juicios y opiniones.
Por otra parte, considero muy acertadas las máximas de Griece, las cuales debiéramos tener todos presente durante la generación de una conversación en cualquier contexto.
Señalemos, que la expresión oral requiere el desarrollo de nuestra capacidad de escuchar. Si no comprendemos lo que dicen los demás, se interrumpe el proceso de comunicación. Lo ilustra el ejemplo de Moriana.
Con respecto al capítulo de la enseñanza de la competencia de comunicación lingüística, reseño algunas ideas interesantes:
Durante los primeros años de escolarización las prácticas orales suelen desempeñar un papel preponderante. Esta práctica continúa durante la enseñanza obligatoria, aunque no con toda la relevancia que debiera.
Resulta básica la reflexión de la autoría cuando señala que los usos formales o públicos de la lengua quedan frecuentemente relegados o no son enseñados de forma sistemática en la enseñanza obligatoria, a pesar de que estos usos son imprescindibles tanto para la actividad académica y profesional como para participar en la vida social.
La enseñanza-aprendizaje de los géneros orales públicos (entrevista profesional, debate, conferencia, instrucciones dada en público, reportaje radiofónico…) ayudan a los alumnos a transitar desde los usos orales cotidianos y espontáneos a usos orales públicos que requieren la planificación y el control para adecuarlos a unas normas.
El aprendizaje de la competencia de comunicación lingüística se ha de concretar a través de los géneros orales para que sean útiles tanto en el contexto escolar como en los diferentes ámbitos de la vida social.
Los géneros más relevantes se agrupan en aquellos que sirven para el aprendizaje escolar, como exposiciones, informes de experiencias, entrevistas, discusiones en grupos.. y los que son propios de la vida pública, como debate, negociación, testimonio ante una instancia oficial, lectura en público, entre otros.
Con la creación de modelos didácticos de género determinaremos los rasgos arquetipos que convenga utilizar con fines educativos.
En la planificación del discurso oral se articulan dos tipos de actividades en la secuencia didáctica: una tarea discursiva que hay que preparar y unos objetivos de aprendizaje a conseguir a lo largo de la planificación de la tarea final.
Vilá recomienda que los objetivos seleccionados sean muy pocos, para facilitar su evaluación. Las actividades establecen qué tienen que hacer, decir y aprender los alumnos que actúan como emisores y qué tienen que hacer, escuchar y aprender los alumnos que actúan como receptores.
Termina el capítulo destacando que la evaluación de los usos orales, requiere de objetivos de aprendizaje claros. Se ha de valorar continuamente la eficacia de las actividades propuestas en relación con cada objetivo, que permita ajustar el plan según las necesidades de cada uno.
En cuanto al artículo de Andrés Trapiello, considero que la era de Internet ha marcado un antes y un después en la historia de la humanidad. Ya las palabras no se las lleva el viento. Están en los foros, en los blogs, el correo electrónico, de momento, mientras el mundo exista. La era digital pulverizó la privacidad. La ventaja es que todo el conocimiento está disponible con sólo rozar el ratón.

Omayra RO dijo...

Como todos sabemos y hemos estudiado en estos meses, un profesor es mucho más que un mero ente que explica algo; es un intermediario entre los alumnos y la información que nos pertenece a todos, por lo que una de sus características principales es la de ser un buen comunicador.

Según Victoria Camps, “aprender a hablar es aprender a comportarse como un ser humano”, así que una de las tareas que tenemos como profesores es la de hacer que nuestros alumnos puedan seguir construyendo una sociedad democrática en la que vivir. La mejor manera de hacerlo es enseñándoles a interactuar con los demás adecuadamente por medio de la palabra para que alcancen el éxito en sus vidas.

Sin embargo, como para explicar algo no hay nada mejor que ponerlo en práctica, el docente debe ser un buen ejemplo de comunicador. Creo firmemente que debe seguir los principios teóricos de la expresión oral y desarrollar estrategias para fomentarla entre sus estudiantes. También debe estar pendiente de todos los componentes que entran en juego en la comunicación oral (gestos, distancias, entonación, conversación…) puesto que los adolescentes captan hasta el más mínimo detalle dentro del aula.

Desde siempre se ha considerado difícil el desarrollo de las destrezas verbales formales de los alumnos, por lo que se han ido relegando a un segundo plano, pero es esencial que se trabajen convenientemente porque aseguran las buenas relaciones personales y sociales. Hay muchas buenas ideas sobre ello en el documento Enseñar a hablar y a escuchar.

Por tanto, en un contexto formal o en un lugar en el que se deba hablar para un público (sean educandos o no) es necesario planificar el discurso oral. De esta manera, como afirma Andrés Trapiello en Palabras al viento, debemos cuidar nuestras palabras porque “hasta hace no mucho, procuraba uno hablar con despreocupación en conferencias, coloquios, mesas redondas… Desde que sabe que se las están grabando, mide sus palabras con cálculo extremo”. Hablar al viento está bien, pero está mejor escuchar, hablar y ser entendido.

Por supuesto, siempre tengo en cuenta las máximas para entablar conversaciones eficaces porque no me gustaría acabar como don Güezo en El veneno de Moriana. Aquí fallaron el referente, el ruido y la redundancia, lo cual tuvo trágicas consecuencias. Esto puede extrapolarse perfectamente a la vida real, donde las conversaciones ineficaces que no comparten elementos comunicativos pueden crear malentendidos.

En conclusión, puede decirse que una buena comunicación oral es vital en nuestro trabajo como docentes, independientemente de la especialidad que impartamos en las aulas. La comprensión y la expresión oral conforman el día a día de nuestra sociedad.

Juany dijo...

Buenas observaciones y aportaciones. Recuerden siempre ser "originales" y no tomar prestado el discurso de otras fuentes ¿de acuerdo? Saludos cordiales,Juany